Cuando era pequeña, mi abuelo me llevó hasta los campos de olivares que hay cerca de la Huerta de la Limpia, en Guadalajara. Insistió en que le hiciera caso sin explicarme mucho más y a ritmo de bicicleta nos llegamos rápido hasta allí. Yo pensaba que el objetivo era simplemente pedalear un poco y, para mi sorpresa, cuando bajamos de las bicicletas, sacó de la mochila una manta y rápidamente se hizo con una vara por la que por arte de birlibirloque nos convirtió en ladrones de aceitunas de un momento a otro. Lo que pretendo con esta anécdota, quizá un poco trasnochada ya, es destacar el hecho de que mi primer contacto con los olivares fue sorprendente y el segundo, de la mano del poemario de María José Olivares, no se le ha quedado corto.
El sábado pasado conseguí (¡al fin!) echarle el guante a esta maravilla de antología de poemas que nos presenta la autora alcarreña y que está disponible para su compra, entre otros sitios, en el Rincón Lento. Las canciones que el grupo Olive Roots cantó para nosotros en el micro abierto ya me dieron unas ganas tremendas de llegar a casa e hincarle el diente.
Leer los poemas que conforman Olivares es como escuchar un disco de Bright Eyes o de City and Colour, es decir, uno consigue sumergirse y reflexionar sobre grandes tristezas a un ritmo alegre y esperanzador, y eso, de alguna manera, es marca personal de María José y algo extraordinario y renovador, pese a su aspecto más tradicional, en la poesía moderna que se comercializa hoy en día.
Son pocos los autores que se atreven a lanzarse a la piscina con unos poemas que traten de temas universales, sin excesos ornamentales y que, además, mantengan una rima y un ritmo que hipnotizan a cada lectura. La cadencia de los versos de alguna manera me hizo sentir acompañada esa tarde de sábado, a veces insuflándome ganas de levantarme y recitarlos con orgullo: “No quiero rejas aunque sean doradas, no quiero jaulas que frenen mi vuelo” y, otras veces, susurrándolos bajito como una bruja bisbiseando alguna suerte de sortilegio “Me olvidarás, tú aun no lo sabes pero vas a olvidarme”.
En definitiva, Olivares es un poemario arriesgado, tradicional pero, al mismo tiempo, renovador como un soplo de aire fresco, y una compra absolutamente necesaria para afrontar la primavera y apoyar la cultura de nuestra tierra.