Vida y miserias de algunas mujeres: tres piezas sobre el trauma

Escribo este artículo motivada por tres piezas con las que me he topado últimamente: I May destroy you, serie de Michaela Coel, Promising Young Woman, película de Emeralf Fennell, y Puta, disco de Zahara. Aunque las tres se merecen una crítica aparte, me ha llamado la atención que todas tienen algo en común que no recuerdo haber visto tratado de manera tan explícita: el trauma; en concreto, el trauma del patriarcado vivido por las mujeres. Como me pareció un fallo de mi memoria, decidí hacer una búsqueda en Google lo más literal posible: «películas que tratan sobre el trauma en mujeres» y me han salido aproximadamente 4.650.000 resultados (0,59 segundos), pero la búsqueda ha sido del todo infructuosa. No sé si es que Google tiene un algoritmo que asocia la ansiedad con mujeres y trauma, pero no he conseguido encontrar lo que buscaba. Quizás sea porque el algoritmo tiene un cierto tufillo machista o porque no he buscado las palabras adecuadas.

I may destroy you, la aceptación

Me gustaría presentaros cada una de las piezas que he comentado. Para ello, empiezo con I May destroy you, de la que os enlazo un monólogo que refleja perfectamente la identidad de la serie creada, escrita y co-dirigida por Michaela Coel para la BBC One y HBO, plataforma en la que la podéis ver. Está ambientada en Londres y protagonizada por Coel como Arabella, su protagonista.

En la serie podemos ver a Arabella transitando por su violación, pero eleva al trauma como elemento central de la trama. En 2020 pudimos ver Creedme, que también trata sobre una violación, pero se centra más en la investigación policial. Películas sobre violaciones hay muchísimas, de hecho, en los años 70 se popularizó el subgénero rape and revenge, que se puede clasificar como un subgénero del cine de explotación con una premisa sencilla: mujeres que sufren una violación y se vengan. Los actos están bien demarcados: en el primero, se presenta a un personaje femenino que es violado, torturado y/o abandonado para que muera. En el segundo acto el personaje sobrevive y/o se rehabilita, y en el tercero el personaje comienza su venganza y/o mata a sus violadores.

Casi todas las películas que se enmarcan en este subgénero están dirigidas por hombres, salvo honrosas excepciones como Revenge, de Coralie Fargeat. Esta película aprovecha para hacer una revisión de los términos clásicos del subgénero y les da un par de vueltas, sobre todo, en la representación/objetificación del cuerpo de la mujer, aunque siempre respetando los niveles de violencia explícita y crueldad característicos.

Por eso I May destroy you me parece importante, porque, al contrario que las películas del rape and revenge, que se centraban en la venganza y en lo inmediato, la serie empieza con la constatación de que Arabella ha sufrido una agresión sexual y pone la atención en todas las fases del duelo, desde la negación hasta la aceptación. Es una descripción precisa, no solo del trauma que sufre, sino cómo logra enfrentarse a él para intentar seguir adelante. Creo que algo que explora muy bien son los comportamientos autodestructivos de la protagonista antes de ser capaz de enfrentarse a la realidad de lo que la ha sucedido, pero es cierto que lo más importante de esta serie, al menos para mí, es cómo la vivencia de un trauma puede determinar el resto de tu vida. Parece algo evidente, pero no es de sabiduría popular. De igual modo, cuando se produce algún tipo de agresión sexual se juega con unos cuantos puntos en contra: la vergüenza y la culpa. Arabella los siente y nosotros con ella. Es muy fácil decir que la víctima no tiene la culpa, que no tiene que asumir una parte de la violencia sufrida y es fácil porque lo complicado es ponernos en el lugar de la víctima. I May Destroy You nos coloca al lado de Arabella y nos transmite perfectamente cómo se construye la culpa y la vergüenza, pero también cómo se logra salir de ese círculo vicioso.

Hacia el final de la serie empieza a rondar la venganza y, francamente, en la cabeza de quién la está viendo también, pero creo que tiene una enseñanza muy valiosa respecto de la relación que se produce entre la venganza y la superación de ese trauma, que no desvelaré por si se os ha despertado la curiosidad.

Promising Young Woman, la negación

Pasamos a Promising Young Woman pero no nos movemos de la cultura de la violación, por lo que sea. Las tres piezas que estamos visitando trabajan desde la incomodidad de manera natural, más que nada, porque no entendería otro punto de partida para tratar la violencia contra las mujeres. Sin embargo, la incomodidad en Promising Young Woman es más que notable. Antes de continuar, la seguís teniendo en algunos cines, está escrita y dirigida por Emeralf Fennell y en ella conocemos a Cassie, interpretada por Carey Mulligan que, a diferencia de Arabella decide ignorar su trauma. Aunque hablaré de Zahara en Puta, en varias entrevistas ella ha dicho que el disco no es gracias a sus traumas, sino a pesar de ellos. Creo que Carey está en el otro lado de la moneda, vive su vida de esta manera por culpa de su trauma.

Aquí si que nos podríamos situar directamente en rape and revenge pero dándole una vuelta feminista, tanto, que me extraña que haya ganado el Oscar a mejor guion original, sinceramente. Nos situaríamos en un vaivén entre el segundo y tercer acto, dado que la estrategia de Cassie es hacerse la borracha para darle una lección a los hombres que se intentan aprovechar de su estado de embriaguez para violarla. Cierto es que la película se cura en salud para que no aparezca la eterna discusión del consentimiento provocada por la imbecilidad de estos hombres, en cada una de las escenas Cassie insiste en que no está bien, en que se quiere ir a casa o, incluso, se hace la dormida para no continuar. Y en cada escena, los hombres le quitan importancia o ignoran el hecho de que está prácticamente inconsciente para practicar sexo con ella. La respuesta de cada uno de ellos cuando Cassie descubre el pastel es que son buenas personas, que pensaban que tenían el consentimiento, que no son unos violadores.

Aunque el trauma también es el elemento esencial de esta historia, su representación es increíble, sobre todo, en lo estético. Pensemos que el trauma de Cassie viene porque su mejor amiga de la infancia se suicidó a causa de una violación en la Universidad. Lo que vemos en Cassie son colores pasteles y muchísimos motivos adolescentes, desde sus uñas, hasta la libreta en la que apunta el número de hombres a los que ha dado una lección. Todo en ella tiene un aire preadolescente, de juventud, supongo que es porque vuelve al momento anterior a su trauma, en el que se sentía más segura. De hecho, sigue viviendo con sus padres, la habitación en la que la vemos es la de una adolescente e, incluso, cuando sus padres la regalan una maleta como indirecta, es rosa chicle, como si todos vivieran en un mundo irreal.

En un momento de la película, Cassie se enamora de lo que parece ser un hombre normal, que no es lo mismo que bueno. Toda su relación tiene un paralelismo con una relación adolescente de manera muy sutil, que es más evidente en el momento de presentarle a sus padres, en la típica cena americana, con los típicos diálogos americanos de una cena típicamente americana en una película de adolescentes.

Creo que la incomodidad parte de aquí, en gran medida: vemos a una mujer que infantiliza ciertos de sus comportamientos tomando decisiones frías y calculadoras, emprendiendo una venganza contra todos esos hombres que se la merecen para reducirla a todas las personas que estuvieron involucradas en la violación de su amiga: mujeres y hombres. Es una reflexión particular porque señala algo que parece que se nos olvida, todos estamos involucrados en la cultura de la violación, pudiéndolo extender al patriarcado, y si no luchas contra ello, eres un cómplice silencioso, pero igual de peligroso.

Esta es otra de las cosas que me gustó. Tendemos a pintar de heroínas puras y castas a nuestros ídolos feministas, como si ser una mujer te garantizara ser una buena persona. Hacia mitad de película, Cassie empieza su deriva porque no se puede confiar en los hombres normales. En los que hay que confiar es en los hombres buenos, y me voy a detener en esto. Cassie ha crecido con la construcción de un hombre que no respeta los límites, que se cree impune, que viola sin reproche social o judicial, vamos, que el listón de Cassie no puede ser más bajo. Y lo que le sucede es que aparece un hombre que supera ese listón, cualquier comportamiento medianamente normal que venga de ese hombre normal que encima se dice aliado del feminismo, que reprocha ciertos comportamientos y que parece normal, te va a parecer el comportamiento del mejor hombre del mundo. En la película, encima, es pediatra.

Bueno, pues no. Nos encontramos ante lo que a mí me gusta llamar un hijo sano del patriarcado, en ocasiones también llamado un puto imbécil. En la película es verdad que vemos a un tipo normal y caemos en la misma trampa que Cassie, pero hay que tener en cuenta que lo normal es que te traten bien, nadie es magnífico por ser una personal normal y respetuosa, aunque eso es imposible de entender, a veces. Total, que el tipo normal, en efecto, lo era y Cassie descubre que su hombre normal era tan sólo eso, y como hijo sano del patriarcado presenció la violación y no dijo nada. Ni entonces, ni ahora.

Creo que aquí hay un fallo de montaje en la película, porque, aunque se comporta como elemento acelerador, suponiendo el principio del final de la vida de Cassie, tendría que haberse dado más relevancia a este hecho, no solo porque al final es un cómplice más de la violación de su mejor amiga, sino porque deja de lado su lucha (vamos a llamarla así) porque inicia una relación que parece buena y sana para ella y creo que es el principio de su final porque él la traiciona pero la traición que importa es la que ella cree que ha cometido con ella misma. Y supongo que por esto el final es el que es.

Puta, la superación

Y vamos con Puta, que no es una película, es el último relato de Zahara. Digo relato porque no creo que esto sea solo un disco. Todas sus canciones vienen acompañadas de videoclips y ha construido toda una narración alrededor del disco, para entenderlo y también para entender desde dónde lo canta Zahara.

Ella lo ha dicho de manera explícita en todas sus entrevistas, el disco refleja sus traumas de abuso sexual infantil, acoso escolar o maltrato psicológico. La incomodidad también está presente, pero la crudeza de Puta yo no la he podido ver ni en I May Destroy you o en Promising Young Woman.

Zahara ha decidido vomitar toda su verdad, sus traumas, su proceso de superarlos y lo ha hecho de manera magistral. Aquí el trauma es el impulso y el tema central del relato, pero ha decidido tumbarlo en una mesa de operaciones y diseccionarlo por canciones. Se enfrenta a sí misma, con sus dolencias y los dolores que ha provocado, se perdona las cosas imperdonables que ha tenido que sufrir y se pone de pie para bailar, porque siempre es lo único que nos queda, supongo que es nuestro París particular.

No me puedo ni imaginar el trabajo que ha tenido que hacer Zahara para escribir y publicar este disco, porque aunque podría haber sido Cassie, decidió ser Arabella y enfrentarse a una realidad cruel que se acaba imponiendo. Supongo que Zahara sí que fue Cassie durante un tiempo, sobre todo, por «Flotante», pero si vives anclada en el trauma es muy posible que la vida se torne en vacuidad, como un teatro impostado siguiendo el plan de un androide.

Pasar a ser Arabella es muy difícil, creo que todas evitamos ser ella porque es más fácil quedarnos a vivir en un lugar seguro, aunque esté vacío. Y creo que todas, como Zahara, nos apoyamos en las otras. Pero antes tienes que pasar por «canción de muerte y salvación», supongo. Es la más explícita de todo el disco en relación con el trauma, sobre todo, por los comportamientos autodestructivos que suelen ser comunes tras este. Esta canción habla específicamente de los abusos sexuales que sufrió de pequeña y el verso «yo estaba allí, porque era yo» me parece crucial, por más que haya intentado quitarse la vida y eludir el trauma de distintas maneras, desde las drogas que roba del cuarto de sus padres, hasta la fe en Dios: «te entregas con los brazos en cruz pero no podrás resucitarte», otras personas o el propio sexo entendido como una liberación extraña:

«Te dejabas llevar por cualquiera que quisiera tocarte porque era más fácil no sentir nada ahí que pararse a intentar comprender lo que había entre las piernas que solo causaba dolor y problemas».

El catolicismo y la religión siempre han sido recursos que Zahara ha utilizado con maestría y, tras escuchar este disco, volví a ponerme Santa y, en concreto, «Hágase su voluntad», que siempre me había parecido desesperadamente triste y con canción de muerte y salvación he encontrado el porqué.

Creo que, como Zahara, muchas hemos encontrado el consuelo, la verdad y la fuerza necesaria en otras mujeres para poder salir adelante. Como podéis observar, yo lo hago a través de la música, el cine y las series, y creo que no somos suficientemente conscientes del impacto que puede tener una canción, o una escena, en la vida de alguien. Y me voy a detener en «Sansa» que, en mi opinión, es la canción que socialmente necesitamos más. Es difícil explicar el maltrato psicológico, y ya no hablemos de reconocerlo. Zahara lo hace con una sencillez que se agradece. Esta canción podría ser el punto de partida hacia la venganza, la historia que nos cuenta Zahara podría haber sido otra completamente diferente si no la acabara diciendo con «Lo que me ha hecho más fuerte es acercarme a mí». Es en la fuerza de las mujeres, nuestra propia fuerza, a lo que tenemos que recurrir. Vuelve a ser Arabella, tomando conciencia de lo que puede ser la venganza y de que no tiene sentido cuando lo que tiene que hacer es perdonarse a sí misma, aunque no sea suya la culpa que porta.

Creo que a partir de «Ramona» vemos el momento en el que Zahara decide salir, empoderarse y aceptar que está rota y que lo va a arreglar, en «Martinis y Negronis» nos lo dice, «si quieres quedarte a dormir tendrás que abrazarme entera. Con todas las partes que perdí», y en «Médula» la podemos ver abrazando sus defectos, sus traumas, sus cruces y sus errores. Considero que, precisamente, se perdona todo aquello que no era suyo.

Digo que es aquí donde más crudeza veo porque es la historia más real, a pesar de todo. Tenemos a una mujer contando en primera persona sus traumas y sus vivencias: la mayoría de los vídeos podemos ver a Zahara cantando a cámara, la verdad es que ella no necesita mucho más. Es incómodo y crudo porque es doloroso y no lo estamos viviendo a través de un personaje y un guion, lo estamos viviendo a través del relato contado en primera persona de una mujer que ha sido víctima de verdaderas atrocidades y nos duele, no porque le tengamos cariño a Zahara, que también, nos duele porque muchas nos veremos reflejadas en alguna de sus confesiones hechas canción. Creo que trae su trozo particular de infierno para que caigamos en la cuenta de que la violencia hacia las mujeres es universal.

Nuestra forma de contar historias

He escogido estas tres historias porque me han sorprendido, no sólo porque son mujeres dirigiendo un proyecto cinematográfico o cultural, sino por la sinceridad de las tres a la hora de enfrentarse a su propio trauma. Es lo que más me ha llamado la atención, sobre todo, en un panorama mainstream como son Hollywood o HBO.

Quizás sea por el devenir de los tiempos, pero sí que empiezo a creer que las historias a las que estamos acostumbradas han sido, históricamente, escritas por hombres y para hombres. Es evidente que las mujeres y los hombres partimos desde diferentes puntos de vista, todos marcados por nuestra propia existencia, pero también por nuestros roles de género e, inevitablemente, por nuestro sexo. Quizás sea interesante comparar las historias que escriben las mujeres que sufren estas violencias a las historias de los hombres que se las imaginan. Puede ser que por eso estas historias sean tan incómodas y, en muchas ocasiones, tan desagradables, porque la imagen que teníamos de la mujer que se recuperaba del trauma no era ésta, desde luego. Puede que se acercara más a La Novia, en Kill Bill, que a una mujer rota ante su verdad sin saber qué hacer muy bien con todos esos fragmentos que no sabe dónde poner.

Ninguna de las protagonistas termina de agradar porque se acercan más a la realidad que Thelma o Louise, y mira que estas dos casi la rozaban con la yema de los dedos, hacen lo que pueden en su situación y, para el ojo crítico, nunca suele ser suficiente.

Tengo la misma sensación con Nomadland, dirigida por Chloé Zhao, y aunque no hable exclusivamente del trauma, sí que cuenta lo que pasa después del final; puede que si esta película la hubiéramos visto hace diez años, nos hubieran contado la historia de cómo una mujer se queda en la calle y tiene que buscar la manera de no ser una indigente, el final idílico sería el principio de Nomadland, comprando una furgoneta y viviendo de manera bohemia por todo Estado Unidos. Nos hemos acostumbrado al viaje del héroe o de la heroína imaginada por los hombres y, sin embargo, cuando estas mujeres se han puesto a la cabeza de sus proyectos han decidido contar la historia de las miserias de una mujer normal.

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