Merichane: hacer del dolor virtud

Llevo tres días dando vueltas a Merichane, entreteniéndome en unos y otros menesteres porque no sabía cómo mirarla a la cara y escribir algo que sea, al menos, la mitad de bueno que lo que ha hecho Zahara.

Dios nos ha dado el Papado, disfrutémoslo
Giovanni di Médici o León X.

Merichane ha sido el primer lanzamiento del próximo disco de Zahara, una canción producida por Martín Perarnau. Voy a intentar ceñirme a un análisis de su videoclip, dirigido Guillermo Guerrero, pero no prometo nada. Aunque antes de seguir me gustaría dejar clara una cosa: soy la fan más fan de Zahara y de su trabajo y estoy escribiendo desde la subjetividad más absoluta.

Os recomendaría de manera encarecida que escucharais, vierais y sintierais a Merichane antes de seguir leyéndome, si es que habéis decidido hacerlo. Zahara, a través de una publicación  en su Instagram, nos contó que Merichane era ella y todas sus historias. Merichane habla de lo que es ser mujer sin pelos en la lengua, de lo que una tiene que aguantar y sufrir. Contaba en esa publicación que ha tenido que aceptar y asumir que lo que nos cuenta en Merichane sucedió de verdad y creo que ahí está la clave. Saca a relucir aquellas cosas que creemos que nos van a hacer más débiles, más vulnerables, cuando lo que sucede es que, si las plantamos cara, son esas historias, y sus ejecutores, las que se hacen más pequeñas. Empiezan a dar menos miedo. Y la vulnerabilidad y debilidad se van tornando en seguridad y empoderamiento.

Merichane es un tortazo con la mano bien abierta en la cara del patriarcado. Un tortazo calculado, de manera exacta, para abarcar la máxima extensión de cara posible. Un tortazo merecido y que reconforta, a la que lo da y a la que tiene la suerte de presenciarlo. Un tortazo que avergüenza y enrojece una cara rolliza, gorda, ansiosa de poder y tan ciega de la realidad, que no lo ha sabido ver venir.

La impresión que tengo es que el vídeo que dirige Guillermo Guerrero es que Merichane surge de la rabia y la elegancia de ese tortazo que da Zahara con la mano abierta al patriarcado. Me explico, el vídeo da cierta sensación de violencia, representada de manera sutil, no sé si queriendo evocar a la mayoría de violencias que vivimos, prácticamente invisibles a los ojos de la supuesta normalidad. También genera cierta parte de angustia que, contrariamente, se entremezcla con la fuerza que van cogiendo tanto el vídeo, como la canción. El ritmo de ambos es rápido, fluyen escenas cortas que, en su conjunto construyen el concepto del videoclip pero que, en cada una de ellas, se describe una situación muy concreta. Un baile, una grabación, una peineta, una confesión. Este ritmo te va llevando de esa angustia que os decía a infundir cierto coraje en la historia, de hecho, creo que podemos ver dos momentos diferenciados. El vídeo empieza con Zahara casi como una espectadora de lo que está pasando, mirando a cámara, pero prácticamente inmóvil en la escena, de hecho, hay un momento en el que dos hombres la sientan en una mesa a la fuerza.

Creo que el cambio en el vídeo viene tras la primera vez en la que vemos a Zahara en una urna de cristal. No sé si es casualidad, pero revisionando el vídeo de Hoy la Bestia Cena en Casa, también dirigido por Guillermo Guerrero y producido por Martí Perarnau, el momento de la liberación, del empoderamiento, vienen en la parte en la que Zahara baila.

A raíz de esta escena en la urna de cristal, empezamos a ver las escenas que hemos visto anteriormente, pero Zahara ya está al mando. Subiendo ella las escaleras, guiando al hombre que hay detrás. Cogiendo la cámara para hacer ella la grabación. En definitiva, tomando el control. De hecho, hay tres escenas en las que ella mira a los hombres de su alrededor y rompe la cuarta pared, no sé si pidiendo ayuda para poder salir o pidiéndose permiso a ella misma. Desde esa ruptura de la cuarta pared, vemos la acción. La urna de cristal empieza se rompe y empieza el baile.

En ese baile la vemos liberarse de todos aquellos hombres, quizás de sus agresores, que no dejan de llegar, que no se cansan de cada patada, de cada puñetazo, de cada símbolo de defensa que hace. Y logra liberarse, aunque a veces parezca imposible poder salir.

Las referencias a la iconografía religiosa son abundantes en Merichane y en la trayectoria profesional de Zahara y del disco que va a publicar, pero me voy a detener sólo en la escena del confesionario que me recuerda a cierta escena de Fleabag (serie de Amazon), también en un confesionario de la que no diré más por secreto profesional. Ambas escenas comparten el hecho pervertir una zona tan venerable e íntima y hacerlo con la suficiente sutileza para que el escándalo sea sonrojado. Y creo que en las perversiones está la fuerza y la clave de la utilización de elementos católicos de manera tan abierta, ¿se puede pervertir algo que ya está pervertido? ¿No es acaso devolverlo a su estado inmaculado?

Va más allá de la provocación, de lo morboso. Es hacer suyo, con su propio lenguaje, los escenarios religiosos que nos han acompañado a lo largo de nuestra educación. Quizás sea la mejor manera de coger esa culpa tan cristiana, la vergüenza, el tabú y hacerlo suyo. Hacerlo nuestro.

Merichane ha sido una revelación, primero de Zahara y luego de todas nosotras. Alude a escenarios vividos y compartidos por cada una de nosotras, y les da voz. Igual que con los elementos cristianos, hace suyas sus vivencias, sus dolores, sus agresiones. Y una vez que son tuyas, puedes hacer con ellas lo que quieras. Zahara ha tenido la valentía de compartirlas con el mundo, con tantísima verdad que ha animado a otras muchas mujeres a contar cómo también han tenido que fingir que hablaban con su hermano mientras intentaban llegar vivas.

Muchas veces hablamos de las violencias como simples descripciones, cifras o anécdotas de una vida que no es nuestra, pero la vida sí que es nuestra y las agresiones también, aunque duelan. Hace falta tener mucha valentía para readueñarse de lo que nos han quitado, de lo que hemos escondido cuando no podíamos seguir caminando, de las cruces con las que nos hemos cargado para poder soportar algunas verdades y cierta parte de mentiras. Y Zahara la ha tenido, hasta tal punto, que todas hemos contado todas las veces que hemos estado ahí. Y han sido demasiadas.

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